El siempre racionalista Stephen Fry destruye milenios de esa supuesta “alta” teología que lleva enredando la mente de los más crédulos con una frase memorable que debería estar enmarcada en la puerta de todos los centros educativos del mundo.
No hay nadie más ignorante e inútil que aquel, que de rodillas y con los ojos cerrados busca una respuesta.
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