Imaginemos por un momento que por un cataclismo social la Humanidad vuelve
a la barbarie y toda la civilización desaparece. Pasados unos siglos, es evidente que las mentes más brillantes del futuro irían redescubriendo desde cero las Matemáticas y la Ciencia en general para llegar con mayor o menor
esfuerzo a las mismas certezas científicas que tenemos ahora: forma de la
Tierra, tamaño del Universo, leyes de la Física y de la Química, desarrollo y
evolución de la vida, compresión de la fisiología y de las patologías humanas,
etc.
Imaginemos ahora también que en ese mismo cataclismo social todos
los libros sagrados de todas las religiones desaparecieran sin dejar
rastro alguno, de modo que todos los mitos y leyendas actuales de las
diferentes religiones se esfumaran completamente. ¿Qué pasaría con la religión?
Es más que evidente que la Humanidad volvería a inventar dioses, pero es bien
cierto también que estas serían nuevas divinidades totalmente diferentes a las
actuales o a las de tiempos pasados. Así, nadie inventaría otra vez a Thor,
Zeus, Quetzalcóatl o Viracocha y por supuesto que Iahvé, el dios
judeocristiano, Ganesha, Shiva o Alá nunca volverían otra vez porque la
imaginación de esos nuevos creyentes iría por otros derroteros diferentes a los
de los judíos de la Edad del Bronce, los indios de hace milenios o los beduinos
del siglo VII EC.
Porque en esta comparación es evidente que si no hubieran
nacido Darwin o Medel las leyes de la evolución y de la genética hubieran sido
descubiertas por otros. Ya que de hecho históricamente fue así. Wallace
descubrió el evolucionismo después que Darwin, aunque la carta que el primero
escribió informando de su descubrimiento a este último sirvió de acicate para
escribir el origen de las Especies, un libro que Darwin llevaba décadas
imaginando. Mendel propuso las leyes seminales de la genética, pero como
publicó sus resultados en una oscura revista científica alemana, este
importante conocimiento pasó totalmente desapercibido y tuvieron que pasar
otros 35 años hasta que Hugo de Vries, Carl
Correns y Erich von Tschermak volvieron a formularlas.
Sin embargo si no hubieran nacido
Jesucristo (y sobre todo Saulo de Tarso) el cristianismo no hubiera existido
nunca. Y sin Mahoma o Buda ahora mismo no habría creyentes en el Islam o en el
Budismo, y así los simples de mente de la actualidad estarían adorando a otro
conjunto distinto de estupideces pergeñado por los delirios de otros
profetas dementes distintos.
Y estas profundas verdades se
pueden extrapolar al caso de que existan y pudiéramos contactar con
civilizaciones alienígenas. Mientras que su pensamiento mágico (si es que lo
tienen) irá con toda seguridad por otros derroteros que quizás sean hasta
ininteligibles para nosotros, es más que seguro que ambos tipos de seres
inteligentes descubriríamos con orgullo que hemos coincidido en los mismos
conceptos de Matemáticas, Física o Química.
Porque Ciencia solo hay una,
mientras que los delirios son más que particulares de cada individuo, cada grupo o
sociedad y por tanto son irrepetibles en su supina estupidez.
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