Porque esa invención cristiana del Infierno desde sus orígenes jesucrísticos, pasando por todos y cada uno de los famosos “padres” de la Iglesia, se ha regodeado en la tortura psicológica de enviar al castigo y horror eternos a cualquiera que se desviara lo más mínimo de la caduca, opresiva, represiva y patriarcal “moralidad” del Nuevo Testamento.
Pero es más, los teólogos más “sabios” de la cristiandad han afirmado con enfermiza satisfacción que uno de los grandes placeres de los elegidos para la eternidad celestial es observar milenio tras milenio el pavoroso tormento de los condenados a las Calderas de Pepe Botero, algo que solo puede ser considerado quizás el comportamiento más claramente sádico que se puede imaginar.
En resumen, dogmas crueles fabrican a personas crueles, por lo que al final nadie puede sorprenderse de los pogromos, las persecuciones, las torturas, los asesinatos y hasta los genocidios realizados por los criminales seguidores de esa caterva de enfermos piscopáticos que ha dirigido al cristianismo durante dos milenios.
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