La religión, siempre al servicio del poder encontró una forma de convertir
en anatema todo lo que a la autoridad le disgusta: la felicidad humana, el conocimiento
o el pensamiento crítico porque todo ello fue etiquetado de satánico y así
encontraron la perfecta justificación para perseguir, encarcelar y hasta
asesinar a todo aquel que cuestione el statu quo de sumisión, dominación e
ignorancia con el que tan cómodos se han encontrado siempre los poderosos,
porque es a través del miedo terrenal, pero también eterno como unos pocos pueden mantener
tranquilo y obediente al rebaño.
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