Con la religión no es necesario el policía en cada casa, el sacerdote de turno engaña y lava el cerebro de las siempre aborregadas ovejas del rebaño con el más allá, en donde algunos (los que obedezcan ciegamente al poder) podrán vivir una eternidad de dicha celestial. Por el contrario, aquellos que critiquen, se resistan o peor, que se enfrente al poder se encontrarán con el castigo eterno infernal.
Y con esta policía del pensamiento y unas generosas ofrendas a los dioses (y sobre todo a sus representantes en la tierra) los gobernantes podían tener controladas a las masas para poder seguir explotando sin miedo a una rebelión o a una toma de poder.
Porque siempre ha sido más fácil y barato controlar el pensamiento mediante la culpa y el miedo que perseguir y castigar después al rebelde.
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