Es por ello que las peores persecuciones (que a veces duran milenios como el caso del antisemitismo cristiano), la más cruentas guerras e incluso los más sangrientos genocidios siempre se han podido llevar a cabo por la influencia, el beneplácito, la justificación y hasta con el mandato religioso como ha sido el caso de las cruzadas o la yihad islámica.
Porque la religión construye muros infranqueables entre los verdaderos creyentes y los errados y malditos apóstatas o los diabólicos herejes. Y cuando se establece esta división “divina” no existe forma humana de derribar las barreras y construir puentes entre comunidades que muchas veces son muy similares, pero que decidieron adorar a divinidades diferentes como es el actual caso de judíos y palestinos peleando por una supuesta tierra prometida.
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