Los cristianos afirman que su dios es omnisciente y
benevolente, pero solo hay que leer un poco de la Biblia con espíritu crítico
para concluir que lejos de la falsa perfección que le atribuyen los pobres
descerebrados miembros del rebaño cristiano, el dios inventado por los profetas
judíos de la Edad del Bronce sería un ser inseguro que necesita de la constante
atención de sus serviles adoradores y una entidad con unos celos monumentales
por si esos pobres analfabetos a los que ordenó mutilarse genitalmente ¡ejemplo
máximo de psicopatía! le engañaban con otras de las múltiples deidades que
pululaban por los secarrales palestinos.
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