Enseñar a un niño que rece para cambiar algo es pura
crueldad mental, puesto que la realidad no cambia por mucho que uno rece y rece
y entonces el niño puede llegar a concluir que no se esforzó bastante, que no tiene
fe o que no es lo suficientemente puro para que dios le escuche.
Y por tanto, al final el niño se convertirá en un ser inseguro y sobre todo culpable por no poder agradar a la deidad para que su mascota no se muera o su padre se recupere de esa terrible enfermedad que le carcome.
En resumen, “enseñar” a un niño a rezar debería ser considerado puro y duro maltrato psicológico contra un ser indefenso.
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