Una de la mayores (y más ofensivas) sandeces del aborregado
cristiano es creer que un dios “benevolente” manda a quemarse durante toda la
eternidad a personas normales que no creen en él, o que comen, beben, se visten
o se acuestan de manera no adecuada según las estúpidas, ofensivas,
discriminatorias y antidemocráticas creencias de unos profetas dementes que
vivieron en la Edad del Bronce y que no comprendían nada acerca de la libertad individual y los derechos
humanos.
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