Una de las grandes preguntas que nunca han podido responder
los creyentes es el motivo por el que una supuesta deidad benevolente y
preocupada por los humanos lleve milenios escondido, sin dar ninguna prueba
razonable o coherente de su existencia y de sus verdaderas intenciones para con
la Humanidad.
Aunque el hecho de que únicamente se manifieste en los lugares más remotos y siempre a analfabetos claramente dementes y bastante cortos de entendederas, mientras millones de seres más o menos normales (y algunos hasta inteligentes) malgastan sus vidas esperando una “comunicación” que nunca llega es una muestra inequívoca de que todo este feo asunto de la religión es un simple problema psiquiátrico engrandecido por la inveterada tendencia del cerebro humano a la fabulación y al delirio.
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