Lejos de todos esos estúpidos e inexistentes milagros que
pregonan los creyentes a los cuatro vientos, la religión solo ha conseguido un
verdadero milagro: convencer a todo el mundo (ateos, racionalistas, filósofos y
demás gente que utiliza adecuadamente su capacidad de raciocinio) de que las
creencias están por encima de cualquier tipo de crítica y deben ser respetadas
por muy irracionales, delirantes, nocivas, peligrosas o incluso letales que
sean.
Y hasta que esta censura no termine, el ser humano seguirá encadenado a los delirios de profetas dementes y caminando hacia el desastre individual, social e incluso global más tenebroso.
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