La Ciencia está repleta de increíbles (y a veces afortunadas serendipias), en donde el científico que está investigando un determinado fenómeno acaba descubriendo algo totalmente inesperado o (como en el caso que nos ocupa) inventando un nuevo tipo de medicamentos que salvan la vida a millones de personas.
Y así el estudio del terrible y más que letal gas mostaza (utilizado como arma en la Primera Guerra Mundial primeramente por los alemanes, después por los británicos y hasta la actualidad en diversos conflictos bélicos) permitió el desarrollo de la quimioterapia con un primer fármaco: la mecloretamina que abrió toda una nueva línea de tratamiento frente a los procesos cancerígenos.
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