En tan sólo unos pocos siglos, el ser humano ha desentrañado algunos de los más grandes misterios de la Naturaleza. Ello ha sido posible gracias a la útil y más que versátil herramienta llamada Ciencia. Sin embargo, todavía es inmenso todo lo que queda aún por descubrir y por comprender en este casi infinito Universo, del que no somos más que una insignificante fracción tanto del espacio como del tiempo.
Por ello, necesitamos que cuanto antes el mayor número de personas
abandonen la casi infinita variedad de supersticiones inventadas por
siglos de molicie intelectual, y también de locura, por parte de algunos
de los más desequilibrados miembros de esta siempre tan particular
especie de monos con escaso pelo y demasiado ego, y empiecen a utilizar
su más que maravilloso cerebro en aumentar el conocimiento científico,
lejos de esas payasadas de dioses elefante o cocodrilo, palomas
fornicadoras, caballos alados que suben al cielo a profetas pederastas y
demás.
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