La monstruosamente miserable doctrina del cristianismo tiene dos grandes abominaciones morales. La primera es la creencia de que los no cristianos (independientemente de sus buenas acciones, su bondad o incluso moral perfecta) indiscutiblemente acabarán en el infierno siendo torturados sádicamente por toda la eternidad.
Y la segunda es que independientemente de lo monstruoso que haya podido ser cualquiera durante vida, si en el último, último suspiro antes de su inminente muerte acepta de todo corazón a Jesucristo como su salvador irá directamente al Cielo a disfrutar de una eternidad de gozo y de dicha.
Y, tal y como muestra el siguiente video, la mezcla de ambos conceptos teológicos pueden dar como resultado la mayor de las injusticias, solo justificable por la indecencia y amoralidad de los semideficientes mentales seguidores del nazareno demente.
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