Solo allí donde el ser humano ha dejado de rezar y se ha puesto a pensar y a actuar las cosas han cambiado para bien: algunas enfermedades como la viruela han dejado de existir, muchos tipos de cánceres que antes mataban a millones de personas ahora son tratables por la moderna medicina científica y atea, las sequías, los huracanes, los terremotos y demás desastres naturales se combaten con ingenio y perseverancias.
Y esta forma de actuar, lejos de la sumisa e inane manía de arrodillarse y no hacer nada es la que salva la vida de las personas y mejora sus condiciones.
Entonces si los miles y miles de profetas dementes que ha dado la humanidad y sus miles de millones de seguidores dejaran de rezar, de construir iglesias, pagodas, mezquitas y demás templos dedicados a dioses inexistentes y ese dinero y esas mentes se pusieran al servicio de la Ciencia es más que evidente que el mundo sería infinitamente mejor y nadie tendría que rezar humillada y estúpidamente al vacío.
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