Para los judeocristianos su dios siempre estuvo presente,
pero como el mundo está lleno de dolor, sufrimiento y maldad, no era posible
que todo ese horror fuera debido a un dios imperfecto o peor aún, malévolo.
Por tanto los profetas tuvieron que inventarse a una entidad maligna suprema: Satanás para mantener incólume la propaganda de que su dios es todo amor, aunque por supuesto rebajando su categoría de todopoderoso ya que no puede acabar con el Demonio, ni con el sufrimiento terrenal.
Y luego ese ser “malvado” que todo lo ve y todo lo sabe se utilizó para el control mental, social y también político de los aborregados creyentes hasta el día de hoy.
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