El problema de los ignorantes creyentes es que
combinan (de la manera más osadamente estúpida por cierto) el analfabetismo científico
con la soberbia de creer que los disparates escritos por profetas durante estados alterados de la mente
tienen algún tipo de fundamento.
Y así surgen estos delirantes y estúpidos «argumentos» como el que difundió uno de los
innumerables telepredicadores estadounidenses que abundan más por esas tierras que las setas en otoño.
Les dejo con la explosiva mezcla de ignorancia y superstición.
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