Que a los creyentes le funciona poco y mal el cerebro es algo demostrado hasta la saciedad. Y que sus mediadores con la divinidad están ya locos de remate es un hecho tan cierto como que amanece todos los días. Pero aún así, es difícil no mostrar estupor cuando un demente descerebrado se sube al púlpito y afirma ¡agárrense, porque no es broma! que en su congregación tiene infiltradas nada más y nada menos que a seis brujas enviadas por el Maligno.
Y luego nos piden respeto a aquellos que utilizamos de forma correcta ese maravilloso cerebro con el que la selección natural nos ha dotado para identificar a imbéciles irredentos.
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