Imaginemos que Rusia hubiera matado a más de 230
periodistas, muchos de ellos de manera deliberada disparando a sus vehículos o
directamente a sus cabezas. Es evidente que el mundo estaría horrorizado y el
clamor contra el tirano ruso sería mundial.
Sin embargo, si esos asesinatos han sido cometidos por el estado sionista, ningún periódico serio, ninguna televisión decente y mucho menos ningún gobierno de las llamadas democracias occidentales acusa a los asesinos.
Es más, mientras Israel está convirtiendo Gaza en el nuevo
Gueto de Varsovia al más puro estilo nazi: bombardeando indiscriminadamente,
destruyendo hospitales y escuelas, masacrando a niños y al resto de civiles,
cortando la entrada de alimentos en lo que únicamente puede ser considerado un
genocidio planificado, nadie de los biempensantes occidentales (esos que se
indignan muy fácilmente y claman al cielo si el gobierno venezolano o el cubano
detiene a un opositor) es capaz siquiera
de hacer una declaración contundente y mucho menos de tomar medidas contra el
que se puede considerar actualmente el estado
más criminal del mundo.
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