3 de abril de 2011

La religión nos hace enfermar: SIDA y cristianismo


Aunque siempre se comenta que la religión es beneficiosa para los individuos, la realidad es que las creencias tienen siempre un coste para el creyente. Y este coste es mayor a medida que aumenta la fortaleza en dichas creencias. Dejando de lado ejemplos extremos de la sanación por fe o el tratamiento de enfermedades mentales mediante exorcismos ya comentados en otras entradas de este blog, un ejemplo más cotidiano de esta interferencia es el de un reciente estudio publicado sobre enfermos de SIDA y la influencia de la religiosidad en el tratamiento. En dicho estudio se demuestra que las personas más religiosas tenían más probabilidades de olvidarse del tratamiento antiretroviral. Lo cual es absolutamente lógico. Si de verdad creemos que existe un dios personal que se preocupa por nosotros y que atiende nuestras plegarias cubriendo nuestras necesidades, entonces podemos permitirnos el lujo de dejar en sus manos nuestra curación y no tomar u olvidar de vez en cuando esas fastidiosas pastillas antiretrovirales, que además tienen algunos desagradables efectos secundarios. Es lo que tiene la ciencia atea. Pero si ese dios no existe, entonces nuestra creencia se convierte en una peligrosa elección. Será por eso que el máximo exponente de la religiosidad humana, el papa católico, en cuanto enferma se rodea de los más prestigiosos médicos. O utiliza la tecnología más avanzada para su seguridad. Por si acaso su dios está en otros asuntos y vayamos a tener un disgusto .

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