El problema con esta tan disparatada justificación es que en el mundo hay infinidad de animales que sufren lo indecible por todo tipo de desastres naturales, inteligente pero malévolamente diseñados.
Y eso sin contar los cientos de miles de niños que mueren de las más terribles formas: cáncer, infecciones, hambre, terremotos, inundaciones, etc., seres que no han tenido tiempo alguno para pecar de ninguna de las maneras.
Es por ello que como comenté en una entrada previa, incluso algunos creyentes un poco más despiertos de la media se plantean desde hace siglos esta insoluble paradoja de la religión.
Aunque dentro de su infinita ignorancia estos creyentes algo menos irracionales nunca llegan a la única conclusión natural posible: que no hay dios alguno por allá que vele por los intereses y que quiera cumplir los inanes deseos de unos monos con menos inteligencia que orgullo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario