Si hay un hecho inalterable en todas las religiones, crean
en un dios único, trino o en una miríada de divinidades es que la mujer siempre
es un ser secundario, foco de pecado y que debe ser tratada prácticamente como
deficiente mental necesitada de guía y control, por supuesto del macho: sea
este el padre, el hermano o el esposo.
Y esto ocurre desde el nacimiento hasta la muerte, porque la religión solo quiere mujeres sumisas, obedientes, humilladas cuyo único papel es el de perpetuar en las siguiente generación el ya interminable ciclo de ignorancia, superstición y fanatismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario