Hay momentos inolvidables que resumen con total exactitud esa mezcla de
papanatismo, ignorancia y desprecio hacia las personas en las que consiste la
religión en general y el catolicismo en particular.
Un par de semideficientes: uno anciano y otro niño arrastran
patéticamente un carrito con un cristo de escayola que por supuesto se cae
sobre la cabeza del chaval, señal inequívoca que el chico ha ofendido
claramente al Señor, lo mismo porque estaba pensando en pecar con su amiguita o
peor aún, con su amiguito.
Pero lo bueno viene después, a pesar del tremendo porrazo sufrido
por el chaval una señora acude rauda ¿a ayudar al niño? ¡No, hombre! que la
mujer es una verdadera piadosa que recoge rápidamente al trozo de madera y
observa impávida como el chico sufre. Luego llega un segundo meapilas que
también agarra al madero y sólo tras llegar un tercer piadoso la mujer tiene a
bien acercarse al niño. Eso sí que son prioridades cristianas.
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