En una entrada anterior comentaba que algunos científicos y pensadores intentaban soslayar el inevitable enfrentamiento entre Ciencia y Religión. Hoy en el blog Magonia se expone un clarísimo ejemplo de porqué religión y ciencia no pueden coexistir en ámbitos separados de forma tolerante. El congresista republicano John Shimkus candidato a la presidencia del Comité de Energía y Comercio de la Cámara de Representantes de Estados Unidos ha declarado que es una pérdida de tiempo preocuparse por el cambio climático. Sus razones son irrefutables puesto que, como Yahvé promete a Noé después del Diluvio que no volvería a inundar la Tierra según está escrito en el capítulo 8 del Génesis, no tenemos entonces motivos para preocuparnos. Además como todo buen fanático religioso declaró: “El final del mundo llegará sólo cuando Dios decida que el tiempo se ha acabado y por tanto el hombre no destruirá la Tierra”. Acabáramos, podemos hacer lo que nos dé la gana que luego Dios ya decidirá por nosotros. ¿No es esto una prueba incuestionable de que todos estos fanáticos religiosos se comportan como niños irreflexivos que tienen un amigo imaginario? Luego estos individuos pueden tener en sus manos decisiones trascendentales para nuestra supervivencia y la de nuestro planeta pero ¿qué importa? Con este tipo de gente lo más adecuado sería utilizar el principio de precaución e impedirles cualquier responsabilidad pública e ingresarles inmediatamente en clínicas especializadas en desprogramación mental hasta que asuman la realidad. Pero claro, eso van contra el sacrosanto principio de que la religión está libre de toda crítica y se pueden cometer las mayores barbaridades en nombre de un ser imaginario.
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