Acabo de leer con indignación las declaraciones del portavoz de los obispos españoles, Juan Antonio Martínez Camino, el cual ha afirmado en una rueda de prensa que es intolerable que un sacerdote abuse de un niño pero ha añadido: "Es comprensible que ocurra alguna vez porque todos somos pecadores y débiles". Lo primero es que hay que diferenciar entre el pecado cristiano y el delito. Puede que muchos seamos pecadores según los cánones de este grupo de iluminados prehistóricos, pero no todos somos delincuentes. Millones de personas no abusamos de niños indefensos que han sido puestos bajo nuestra custodia por confiados padres, tampoco matamos o robamos independientemente de nuestras creencias o la ausencia de ellas. Lo segundo no es que el número de delincuentes sexuales entre la Iglesia católica empieza a ser alarmante, sino que siempre desde la alta jerarquía eclesiástica se minimiza o directamente se justifica la pederastia porque “los niños van provocando” como declaró hace algún tiempo el obispo de Tenerife sin ningún tipo de pudor ni vergüenza. Total que encima de mantenerlos comiendo la sopa boba de nuestros impuestos encima tenemos que aguantar sus antediluvianos comentarios.
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