16 de julio de 2025

La más mínima observación puede destapar el absurdo engaño de la religión

Las creencias, al ser totalmente irracionales, chocan frontalmente con cualquier tipo de análisis o de pensamiento crítico, pero algunas veces el piadoso se enfrenta al abismo del conocimiento cuando es capaz de utilizar mínimamente la reflexión y el raciocinio.  

Y este es el caso del obispo Lancelot Andrewes que en pleno siglo XVI se enfrentó al mayor dilema teológico que nunca ningún creyente ha podido resolver. En plena pandemia de la tan famosa como letal Peste Negra observó entristecido que morían por igual santos y pecadores, piadosos miembros del rebaño cristiano o fornicadores, ladrones y demás calaña criminal, nadie por muy beato que fuera escapaba a la mortal guadaña.

Algo que sorprendió completamente a este erudito cristiano, tal y como lo narra en el siguiente video Christopher Hitchens 

y que por supuesto aún a día de hoy ningún obispo, teólogo, santo o incluso Papa ha podido dilucidar más allá de esa frase tan absurda como ignorante de que “los caminos del señor son inextricables”.

Pero en la actualidad la respuesta es evidente: no hay ningún dios enviando castigos celestiales o haciendo milagros, todo lo que ocurre en mundo (para bien o para mal) es debido a una naturaleza inexorable que no entiende de moral y a la que los humanos le importamos lo mismo que las bacterias. Y solo la ciencia ha sido capaz de doblegar algunas veces las despiadadas leyes del Universo.

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