Los creyentes en su infantilizada mentalidad rezan, rezan y
rezan que su particular dios (sea este el que sea) baje de una vez a poner un
poco de orden y de paz en este castigado planeta.
Sin embargo, tras milenios de sufrimientos y horrores ese dios siempre ausente está demostrando que no quiere bajar a esta minúscula roca cósmica a aliviar el horror de los terremotos, inundaciones, tsunamis, erupciones volcánicas, enfermedades a cual más terriblemente cruel, hambrunas, guerras y demás inclemencias con las que parece sentirse feliz torturando a esa pobre especie de monos bípedo con demasiado ego.
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