Y así miles de millones de creyentes rezan todos los días, en una constante cháchara inane, pidiendo a la deidad de turno que les cure las hemorroides o salve a su hijo de ese terrible cáncer que le está carcomiendo (un cáncer, por cierto, que fue inteligentemente diseñado por la deidad hace millones de años), que les ayude a encontrar pareja o trabajo. En resumen, que la deidad complazca los miserables y anodinos deseos de unos primates engreídos que necesitan sentirse el centro de la creación.
Pero es evidente que esta completa contradicción entre los constantes avisos de los creyentes para con un dios omnisciente que desde el principio de los tiempos sabe qué, cómo y cuándo va a ocurrir todo es la certera conclusión de que no hay verdaderos religiosos, solo un afán psicológico y muchas veces psiquiátrico de dar algo de sentido a unas vidas vacías y anodinas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario