Los creyentes llevan defendiendo absurdos y hasta
demenciales argumentos recubiertos con toda una vana palabrería que, para los
menos letrados, pueden sonar a profundos argumentos. Pero cuando se analizan de
manera mínimamente racional todas esas “verdades” son en el mejor de los casos
son únicamente cosas obvias cuando no un conjunto de medias verdades, mentiras
y hasta delirios, algo por otra parte nada excepcional puesto que todos los libros
“sagrados” en lugar de ser un conocimiento transmitido por una entidad
omnisciente han sido las invenciones de pobres profetas analfabetos,
patriarcales, iletrados e incluso claramente dementes.
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