Adoctrinar a los niños en el cristianismo, el islam, el
budismo o en cualquier otra fanática superstición que les “enseña” que el dios
elefante o el dios cocodrilo creó el mundo, que las mujeres son seres
inferiores, que los homosexuales deben ser condenado al fuego eterno cuando no
ser lapidados en esta vida y el resto de dementes, antidemocráticos y hasta
punibles dogmas es simplemente abuso infantil. Y llegará un momento que las
sociedades civilizadas del futuro persigan judicialmente esta coerción mental (y
muchas veces también física) de la infancia.
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