Es muy irónico, si no fuera tan asquerosamente peligroso, que aquellos
que menos saben sobre relaciones sexuales y de pareja, de embarazos y de
la crianza de los niños sean los que dictaminen acerca de los secretos
de alcoba y sobre las decisiones más importantes que pueden tomar las
parejas sobre su futura descendencia.
Y encima habiéndose demostrado a lo largo y ancho de todo el
orbe cristiano que quizás no haya lugar más peligroso para un niño que
una sacristía, ni un individuo más depravado que el sotanado que la
parasita.
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