Uno de los, más evidentes por otra parte, conceptos que las
personas religiosas son incapaces de entender en su más que opresivo
adoctrinamiento mental es que los racionalistas, los ateos o ya puestos
cualquier persona con una mínima capacidad de raciocinio, no odiamos a su
particular deidad (la zarza ardiente, el dios cocodrilo, la serpiente emplumada
o al resto de extraviados personajes de fantasía que pueblan los delirios de
los creyentes) sino que nuestro gran problema siempre ha sido únicamente con
todos aquellos rabinos, sacerdotes, imanes, monjes, predicadores, chamanes,
popes, ulemas, gurúes varios y mediadores de lo divino de distinto pelaje y
condición que durante milenios han diseminado la ignorancia, la estulticia y la
mentira, oprimiendo con igual intensidad los cuerpos y (lo que es muchísimo peor)
las mentes de los menos dotados intelectualmente miembros de esta nuestra más
que supersticiosa especie de monos erguidos.
Y esta verdad, más que indiscutible, hasta la tiene que
repetir en pleno siglo XXI un ex jesuita vinculado a la ya extinta teología de
la liberación latinoamericana.
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