Vivir bajo el yugo de la religión implica reprimirse hasta el límite para intentar eliminar los deseos humanos que chocan con una moral de pastores de cabras del más remoto pasado. Y así, ocurren casos como el de esos piadosos cristianos homófobos hasta la médula, que luego de repente manifiestan su homosexualidad.
Y entonces, predicadores que llevan toda la vida insultando
a homosexuales y lesbianas y "combatiendo" el nefando pecado de Sodoma,
son descubiertos como homosexuales compulsivos adictos a la prostitución
masculina.
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