7 de mayo de 2015

Francia y España: la gran diferencia



En una verdadera democracia ninguna creencia o increencia puede ostentar privilegio alguno, puesto que entonces se discrimina de facto a aquellos ciudadanos que no comulguen con la particular absurdez del creyente.

Y eso lo saben muy bien en Francia, cuna del laicismo. Allí un tribunal ha dictaminado que una monumental estatua de Juan Pablo II emplazada bajo un arco coronado por una gran cruz cristiana atenta contra la separación entre el estado y la iglesia y debe ser retirada a petición de una organización laicista.


Y mientras tanto, en la capital de España el nacionalcatólico ayuntamiento de Madrid ha denegado la petición de la retirada del crucifijo que preside un salón de plenos en donde se sientan los representantes de la soberanía municipal y hasta se celebran bodas civiles de parejas que no quieren tener trato alguno con la omnipresente (y por supuesto todopoderosa) iglesia católica, porque según el concejal de turno este símbolo máximo de la ignorancia católica ¡no tiene significado religioso! sino que es una tradición histórica. Y con este estúpido argumento se ha quedado tan tranquilo el concejal que parece saber más de cristianismo que el propio papa, que quizás no se haya enterado que el crucifijo que siempre luce con ignorante orgullo no tiene significado religioso alguno.

En resumen, como siempre la civilización y la democracia acaban en los Pirineos.


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