3 de febrero de 2013

Ejemplo gráfico de la paradoja religiosa



Acabo de leer un artículo en la revista National Geographic titulado Maestros del Éxtasis sobre el renacimiento de los cultos chamánicos en la actual Rusia postsovietica, en donde se presenta toda una colección de diversos de estos presumibles mediadores de la naturaleza, que proliferando entre la ignorancia de las gentes del extremo oriente del gigante ruso, despliegan la muy archiconocida y absurda mezcolanza de supuestos trances, sanaciones milagrosas, contactos con los espíritus sagrados del viento o los árboles y demás palabrería vacua, solo apta para las mentes más atrasadas de entre los más ignorantes miembros de nuestra prolífica especie. Y la siguiente fotografía de dicho reportaje


que ha sido publicada en la revista con el siguiente pie de texto

"Símbolo de eternidad, este "árbol madre", un pino del norte de Mongolia, atrae peregrinos de todas partes. El árbol cedió bajo el peso de las ofendas textiles; las azules representan la paz y el cielo infinito"


me ha impactado y hecho reflexionar porque pienso que condensa como ninguna otra esa mezcla de estupidez y locura que son todas y cada una de las sagradas creencias en lo sobrenatural, sean éstas de la naturaleza que sean. Así el venerado "árbol madre" ha terminado (a pesar de su naturaleza sagrada) por morir asfixiado por aquellos mismos que supuestamente le rinden culto y homenaje. No se podía sintetizar mejor la obscena paradoja de todas las religiones: tras un aparente noble interés inicial, al final la cruda realidad es que los creyentes siempre acaban por pervertir y destruir todo aquello que supuestamente adoran más devotamente.

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