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15 de mayo de 2015

El colmo de la alienación católica



Nunca he podido entender como personas adultas de una sociedad avanzada quieren seguir intentando pertenecer masoquistamente a un colectivo que las discrimina, insulta, humilla y a veces hasta las persigue.



Porque que una ciudadana de un país occidental del siglo XXI, que en el libre ejercicio de su autonomía y buscando la felicidad haya decidido romper su matrimonio cristiano divorciándose y que posteriormente haya rehecho su vida mediante un matrimonio civil quiera seguir yendo a la iglesia a comulgar es para mí del todo incompresible. Máxime cuando el párroco de turno se niega reiteradamente a mantenerla en el siempre dogmático rebaño cristiano, en lo que por una vez y sin que sirva de precedente en esa iglesia católica en la que todo cabe para seguir aferrada a la ilusión de que representa a millones de personas (aunque estas sean más ateas que Bakunin) es una muy consecuente decisión apoyada en lo que domingo tras domingo predica a la siempre ignorante grey católica.

Y lo peor del caso es que esta pobre esquizofrénica quiere que su hija repita el ciclo de sumisión y humillación cristiana, puesto que todo este asunto ha venido a colación durante la celebración de la primera comunión, de la que a todas luces y bajo el derecho canónico es la hija de una ramera impenitente, que ha abandonado a su santo y cristiano esposo para vivir en el pecaminoso concubinato que la condena al fuego eterno de las calderas de Pedro Botero. Como dice el refrán "además de cornudo, apaleado". 

Pero eso sí, que quede claro que la protagonista de la historia está profundamente dolida por el tratamiento que recibe de esa santa madre iglesia a quien considera (sin hacer caso alguno a sus prédicas) como su guía moral.

En resumen, hay que ser muy débil mental para que, habiendo nacido mujer (y por tanto inferior a los ojos de dios), divorciada y casada por lo civil, seguir intentando ser católica, y lo que es peor meter en esa secta de intolerantes, sexistas y antidemócratas a tu propia hija. La única conclusión posible es que esta errada mujer está muy poco (por no decir nada) capacitada para ser madre y educar adecuadamente a una niña.


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